Esta mujer se marcha al norte.
Sabe que puede morir
de ahogo en la travesía del río,
y de bala, sed o serpiente
en la travesía del desierto.
Dice adiós a sus hijos, queriendo decirles
hasta luego.
.
.
Y ya yéndose de Oaxaca, se arrodilla ante la Virgen de Guadalupe, en un altarcito de paso,
y le ruega el milagro;
_ No te pido que me des. Te pido que me pongas donde hay.
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